lunes, 10 de marzo de 2014

Piñera es sólo piñerista, no de derecha

Adolfo Ibáñez

El gobierno que termina ha trabajado con aplicación y muestra buenas cifras. Hay signos positivos de un bienestar nunca visto en Chile. Esto lo diferencia de la Concertación, que se caracterizó por la dejación de sus gestiones. Sin embargo, ha concluido en un rotundo fracaso político, que será su herencia más perdurable. La decadencia de la derecha y la reaparición de las posturas rupturistas en la izquierda dan testimonio de estar cayendo a un vacío impensable hasta hace poco.

¿Cómo pudo suceder esto? Los discursos del Presidente entregan una pista: amplios, exhaustivos, y llenos de información precisa. Pero no apuntan a ninguna dirección. El líder debe señalar rumbos claros, objetivos que ordenen y orienten los esfuerzos cotidianos de las personas, de manera que todos se identifiquen y cohesionen: hay que explicar las cosas, hacer que todos se sientan participando en la construcción del proyecto, y convencer de que esas acciones llevan a las altas metas a que aspiramos. Le faltó una mística aglutinadora y solo buscó mostrar cuadros y cifras positivas.

Piñera desestimó los postulados de la derecha, dejando de lado una valiosa herencia de acciones y actitudes que nos habían sacado de la mediocridad de antaño. Por el contrario, validó muchas políticas concertacionistas que él y la Alianza habían denunciado como erróneas. Más aún, insistió en ser eficiente para hacer funcionar instituciones o políticas inadecuadas que lo desdibujaron. Soslayó las batallas por las múltiples pequeñas reformas necesarias para recuperar el camino de la libertad que nos permite la realización como personas. Fue así como desorientó a sus seguidores y terminó por desafectarlos.

También se dedicó, con gestos y actos notorios, a desacreditar al núcleo más propio de sus partidarios, con lo cual se labró un ambiente frío y distante en torno a su gestión. De aquí que ¿para qué estar en este lado si no es diferente del otro, y aquel parece ser más simpático? La suma de todo esto liquidó a la Alianza y posibilitó la reaparición de las posturas rupturistas.

La derecha, por su parte, estaba desgastada por haber sido funcional al carácter anodino y falto de objetivos de la Concertación, y por la sombra que le proyectan los grandes conglomerados empresariales surgidos de la combinación de socialismo y capitalismo a que se había llegado por las sendas anteriores. Esto facilitó el extravío hacia la nada a que condujo Piñera. Vienen tiempos para purgar este fracaso.

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